Hoy en día ver a un niño/a desde que nace con un celular o Tablet es completamente normal, más aún en este tiempo de pandemia en que la tecnología, que ya era parte de nuestra vida, ahora pasó a ser un componente fundamental.
Este tema como padres debería comenzar a preocuparnos, ya que, poco a poco, el contacto con los demás niños y el juego son cada vez más escasos. Por ejemplo, si visitamos cualquier sala de espera podremos ver la siguiente escena: niños, niñas y/o adolescentes concentrados en la pantalla de un celular o Tablet y no interactuando entre ellos/as.
Ya son pocos los que corren, se suben encima de las sillas o se esconden debajo de la mesa: es decir, que JUEGAN, y por jugar no se refiere a juegos de video, se refiere a juego libre, ese que surge del “aburrimiento”, de la espera, ese que todo niño y niña crea cuando le damos tiempo y el espacio para hacerlo. Este juego libre es vital para el desarrollo del pensamiento, para conocerse a sí mismo, para la consolidación de la autonomía y la socialización. Es jugando como los niños y niñas desarrollan habilidades que no logran hacer cuando se encuentran frente a una pantalla como, por ejemplo, desarrollar la empatía, la paciencia, internalización de reglas, descargar agresiones. Es a través de los juegos de roles – jugar a ser profesor, carabinero, doctor, mecánico – que integran dentro de sí mismos aspectos de su personalidad: mamá, papá, gato, superhéroe, etc.
Al jugar, hacen activamente lo que vieron o van a vivir pasivamente como la separación de los papás, las idas al doctor, la entrada al colegio, etc. Esto les ayuda a disminuir la ansiedad que les causan estos temas. Por todo esto, y más, se dice que jugar es el trabajo del niño o niña.
Entonces, ¿Qué ocurre cuando le pasamos pantallas a nuestros niñas y niños? Les estamos quitando la posibilidad de aburrirse y de que, gracias a ello, surja el juego espontáneo. Actualmente, hay muchos pequeños que no juegan, que se aburren si no están absortos en una pantalla y eso sucede porque se han acostumbrado a estar híper estimulados por estas y no han tenido espacios muertos ni tiempo de ocio.
La solución que podemos ofrecer como padres, madres y/o cuidadores al abuso de las pantallas no es llenar al hijo de actividades extraprogramáticas para que no se aburran, sino que, justamente, permitirles aburrirse, desordenar, pelear y reparar. Esto puede generar ansiedad en los padres ya que, en ocasiones, se espera que nuestro/a hijo/a tenga un comportamiento “adecuado” y esperado por la sociedad, una sociedad que se basa en el adulto-centrismo, donde ojalá que el niño no llore, no se mueva, no grite, no juegue; finalmente ¿Qué es lo que queremos? ¿Niños muebles?
Necesitamos que se aburran ya que de ahí surge la creatividad, los hobbies, los cuentos, los dibujos, la música, lo cual, hoy se ha visto reemplazado por los aparatos tecnológicos y nos han hecho creer que es lo mejor para ellos.
Entonces, cuando se vea enfrentando como papá/mamá a qué es lo que quiere para su hijo, le invito a reflexionar unos minutos y darse cuenta de que la interacción con los demás, la imaginación, el relato de historias serán los mejores recuerdos de la infancia y que es muy importante normar el uso de los aparatos tecnológicos, en caso de que sus hijos ya tengan uno.
Paulina Aravena
Psicóloga Programa de Integración Escolar